sábado, 9 de agosto de 2008

DON VENANCIO

Buen día don Venancio, veo como amaneció después de la fiestita que se dio ayer, no se preocupe que no le vengo a reprochar el no haberme invitado y es que a veces pareciera que de compadres solo queda un tibio recuerdo.

Me sorprendió sobremanera haberme enterado que la única invitada fue doña Bertha, la dueña de la pocilga que usted llama hogar. Quién diría que a su edad la mezquindad de unos cuantos tragos me hubiera eliminado de tan exclusivo jolgorio porque las malas lenguas hablan más de lo que deberían y usted a tan avanzada edad ha quedado muy bien parado. Déjeme informarle que todo el barrio ya se ha enterado de sus travesuras y que algunos vinieron a verlo personalmente, no se si ha reprocharle, felicitarle o simplemente ver como está, lo que si sé es que la noticia del día es usted.

No me mire así que yo también tuve mi fiestita aparte y a esta hora del día apenas puedo sostenerme en pie, por lo que escucharlo en este momento no podría, ni siquiera uno de sus fétidos alientos, pero su mirada lo dice todo.

Debí suponer que en su cumpleaños haría algo, pero a su edad un juego de naipes o un dominó era todo lo que creí. No cualquiera llega a su edad, imagínese, hoy cumple setenta y nueve años pero al verlo así pareciera que cumple noventa y siete, no sé si será la vida que llevó o la fiestita de anoche que me lo dejó tan maltratado que da esa impresión.

Imagínese mi sorpresa esta mañana al enterarme de su reunión, ¿así nos llevamos ya don Venancio?, ¿ya no se acuerda de los amigos?, le confieso que al principio me sentí traicionado porque es la primera vez en años que le mete al chupe sin éste su compadre fiel, pero luego me dije… ¡qué carajo, yo también le metí al alcohol sin su presencia!.

Pero para que vamos a enojarnos, si el motivo de mi presencia es una visita más. Así como me ve, le traje este ramito de flores lo cual demuestra que a pesar de todo, lo estimo mucho, ah y esta botellita de alcohol que dada la ocasión para algo ha de servir o a su nombre puedo secar, si usted me da permiso.

No se preocupe de aquí en más, de futuras invitaciones o juerguitas por ahí, por doña Bertha usted quédese tranquilito que yo sabré consolarla como se merece. Ahora me voy porque han venido a verlo más amigos suyos y mi presencia parece que en algo molesta. Hasta pronto don Venancio, ya nos estaremos encontrando más allá o más acá, eso si, fíjese para donde apunta porque yo, segurito que para abajo iré y ahora me voy, el frío de esta morgue ha empezado a calar mis huesos y para estos trotes ya no estoy, un abrazo, cuídese y hasta la próxima.

1 comentario:

juan josé dijo...

hola viejo, bueno tu cuento...los poemas francamente ni los leo no son mi onda, pero bueno este cuento.

A tu edad ya no estas para esas farras :)