lunes, 29 de noviembre de 2010

CARTAS A UNA AMIGA


PARTE I.
¿Cómo está La Paz?, gracias por los segundos que me regalas cada vez que alzo el celular y disco tu número, de noche, estos días han sido más llevaderos porque sé que estás ahí y todo y cuanto hago, os debo, por tanto, sin el menor reparo, thanks.

¿Porqué elijo estar solo sin realmente estarlo?, es una forma de vida, un camino que elijo sin el mayor remordimiento, porque a pesar que ella está a mi lado, es como si no estuviera y eso me consuela, sé que ella no lee este blog por lo tanto no se molestará. Es lindo escribir una carta mientras escucho a System of a down: Holy. Algo de ese submundo de las letras se ha impregnado desde siempre en mis venas y no he hecho nada por exorcizarlas.

Escuché hace un tiempo el dicho “soy el demonio favorito del diablo”, gran frase ¿verdad?.

Extraño los días de soledad en La Paz, cuando bastaba un minibús de a luca, treinta minutos recorriendo las serpenteantes calles, con subidas y bajadas, mientras la noche cae y se puede divisar un par de estrellas a lo lejos, cholitas al lado, el voceador en su rudimentario español aseveraba “naidies más jefe”, caminar e ir con las putas de siempre, los ebrios de siempre, los desputes de siempre y cuando llega la madrugada y si aún estaba con tres de mis cinco sentidos, caminar hasta la Pérez Velasco y comerme un sándwich de chola, bien picantito hasta que la lengua arda y rematar con un vasito de alcohol fulero, agarrando las paredes, no vaya a ser que las casas se caigan a mi paso, vomitando lo que mis intestinos se negaban a procesar, fumando un pucho mientras la voz se ponía ronca y respirar costaba, por el asma que llevo hace años, mierda, extraño mis burdeles, mis cantinas, mis imillas y mi música chojchera.

No, ya no recuerdo a Andy, son tantos años, ha debido cambiar un montón, Ana también.

Está ella, que me pide volver, empezar una vida juntos, ella que sigue pensando como hace diez años y yo acá, negándome a volver, a recurrir a la memoria del tiempo sabiendo que aún vivo en ella. Está también la de la foto, la que te la mostré y era mi refugio mientras estaba y no estaba, ¿sigue ahí?, no, de acá se fue hace tiempo y no he sabido más de ella.

De la puta System of a down, ahora escucho “Aerils”, de la madre las birlochas que se quedaron y que sus vidas son una mierda, tanto como la mía, salud por ellas, cuando esté por allá nos tiramos unas botellitas de vodka con agua y quedamos como la última vez, tirados en alguna discoteca de mala muerte, luego te acompaño a tu casa y ahí lo dejamos, ¿para qué recordar más verdad?.

En esta vida no eres nadie si no tienes auto y casa, si no puedes lucir tu ropa de temporada, la zoociedad te lo exige, me vale un rábano la puta zoociedad, me niego a usar zapatos como entonces y camino, camino porque así descubro sentido al tiempo y veo que las piedras están por donde voy. Changa, ¿te acuerdas de la fulanita que era mi pupila y que anduvimos un par de días hasta que terminé por lo más sano (no el trago)?, ¿qué será de su vida?, la última vez me llamó al día siguiente que salí del quirófano diciendo que justo a las doce de la noche aparecí en la puerta de su cuarto, viéndola con una mirada fría e inhumana. Me pregunto, ¿acaso alguna vez tuve una mirada caliente y humana?.

De entre todas, vos eres mi amiga especial, mi confidente, me has escuchado llorar, cantar, me has visto joderle los días a la vida, reír y hasta en mis momentos de vergüenza extrema, he dejado que me lances un putazo bien dado, todo, a vos te permito todo.

Santa Cruz, 29.11.10

lunes, 22 de noviembre de 2010

EL RATÓN PÉREZ

A mi nene se le cayó su primer dientecito de leche y el ratón Pérez le ha regalado un muñecote. Su segundo diente anda flojo y cualquier momento también estará bajo la almohada y él hasta ya sabe que le traerá el susodicho roedor. Por mi parte espero que el dientecito quede unos días más en su lugar debido a que la economía del ratón Pérez anda por los suelos.


Fui al teatro a ver a David Santalla y como siempre, un espectáculo de primer nivel, renovado, reí a carcajadas.


Dios, dame paciencia, pero dámela ya!!!).


A grandes problemas, grandes soluciones, así de radical va a ser de ahora en adelante. Volvió el Vengadortóxico.


Me he propuesto bajar 5 kilos en un mes, llevo 3 y la situación se está poniendo incómoda, hambre a toda hora, no quisiera decir como Felipito (de Mafalda) que "mis debilidades son más fuertes que yo", así que metiéndole ganas.


A partir de hoy empiezo nuevamente unos cursos de Literatura que me tendrán ocupado hasta las 23:00, por lo que no tendré mucho tiempo.


A Cecy, Janeth, Adikia, y "laletralate", gracias por los comentarios.


Hasta la próxima

miércoles, 10 de noviembre de 2010

EL TROPEZÓN

En La Paz hay un antro (putero) llamado Tropezón, está en la calle Vicente Ochoa (o lo estaba cuando vivía allá), un antro donde el que no cae, resbala, una puerta metálica en el ingreso, un pasillo largo que había que entrar rapidito para que los vecinos no lo vean a uno, subir unas gradas, previa invitada de un pucho a don Esteban, que aún con sus años sacaba nomás de un puntazo a los metelíos. Por igual uno encuentra a k’epiris, auteros, borrachos, universitarios, ejecutivos, presentadores de noticias o alguno que otro político dándose una vueltita de popularidad, para contar al día siguiente entre los camaradas que fue al Trope y se cogió a la Perucha.

Las mesas y sillas pedían su retiro definitivo, pero la Euge nada, les echaba un trapo mojado encima y les sacaba brillo hasta que a veces uno podía verse clarito reflejado en ellas, si hacía frío encendían la calefacción, consistente en una estufa alimentada por una garrafa en medio del boliche. Si explotaba, luego los pacos deberían entrar a recoger a montones los cuerpos de las filomenas y parroquianos que tranquilamente podían pasar de la centena.

Estaba el Beto, a quien conocí en una de las cantinas de la Buenos Aires y desde que nos sentamos y lloró por una de sus birlochas, nos hicimos amigos, bastaba que le llamara unas horas antes y me tenía listita una mesa en un lugar estratégico, donde podía ver tranquilamente y sin que nadie moleste, el menear de caderas, quien entraba y salía y si llegaba una buenota, ser el primero en agarrarla y llevarla a la mesa. Con diez pesos de propina se conseguía eso y si le daba diez pesos más, traía un vaso realmente limpio y no enjuagado con otra cerveza en la barra.

Había días que no pasaba nada, ni fu ni fa, no había ambiente y entonces uno tenía que retirarse a otro boliche por Tembladerani, pero también estaban los días, especialmente viernes y sábado, que uno la pasaba bien con cincuenta pesos, toda la noche metiéndole duro a las chelitas y al pucho, mientras las imillas le metían como descocidas a la charla, a maquillarse, a ver si entraba uno de sus clientes VYP (vejete y putero).

La Mafalda, una mujer que rondaba los cuarenta años, minifalda siempre negra, saquito rojo y maquillada como Dios manda, vigilaba a las muchachas, que ninguna fuera manoseada, insultada ni jaloneada por los borrachos que como opas miraban desde la entrada o gritaban desde sus sillas cuando ya el dios Baco había hecho presa de ellos. En el fondo era buena gente aunque a veces te metía mano sin más ni más o se bebía de un trago tu chelita (siempre fiel, la única fiel) y entonces te decía: ésta naranjas fantas en la cama, esta otra anda con la visita del cartero, aquella otra está con una venérea hace tiempo, si te la coges a ésta viene su macho y te revienta un botellazo en la nuca, ésa tiene los pechos cero, etc..

Los baños eran cosa aparte, olían a lavandina, naftalina y orines, no sé cual era más fuerte. A veces se formaban filas para deshacerse de los líquidos corpóreos que sobraban y si uno se tardaba mucho, su mesa ya estaba ocupada por otro y ni a quien reclamar porque la indiada es jodida y cuando está borracha peor todavía, rompía una botella en la mesa y meta a la pelea, se podía formarse un desmadre, navajita en mano incluida, para esas ocasiones estaba el Beto, que cuidaba como perro mastín la mesa de uno.

Trabajaban en sus buenos tiempos, la Perucha, la Cuchipampa, la Miss Chijini, la Risitas, la Hortensia, la Paola, la Panchita, la Rosío y otras que no recuerdo.

lunes, 1 de noviembre de 2010

ME ENCONTRÉ CONMIGO EN UN BAR

El otro día me encontré conmigo en un bar.

Cuando entré, me vi sentado en una de esas viejas sillas, que de sillas sólo tienen el nombre, ya que son un rejuntado de madera sujetada por clavos que salen por todo lado y además están amarradas por un tanto de cuerdas, pitas y pedazos de tela, manchadas de sangre, vómito y un montón de porquerías que devuelve cualquier hijo de vecino que ha tenido más que suficiente. Me vi sentado con la cabeza apoyada en la mesa sosteniendo un vaso medio vacío con vodka, dije, ése soy yo, sólo a un cabrón como yo se le ocurre tomar vodka en una cantina de mala muerte, habiendo tirillo, cerveza o simple y puro alcohol que mate el hambre que generalmente llevo en el estómago. Me vi unos instantes y me di cuenta que seguía con la ropa que hace un par de días rescaté de una caja vieja que encontré en una de las esquinas del callejón donde suelo dormir.

Escuché el agudo chasquido del vaso al chocar la mesa metálica y vi que de un sopetón estaba seco, de un jale vacié el contenido de la botella otra vez en ese vaso hecho de lata de cerveza, intenté vomitar pero me di cuenta que hace días no había comido nada por lo que si nada había entrado, nada podía salir. Un rato de esos en que la habitación dejó de moverse, levanté la cabeza y vi que el antro estaba lleno, saludé al Topo y al Tincho que estaban en la mesa del frente con dos frías y un par de puchos, volví a ver el vaso que esta vez estaba medio lleno.

Llamé al desgraciado del Condori, que sirve las mesas y cuando puede sonsaca la billetera sin que te des cuenta y no sé cómo le hace pero luego, ésta aparece otra vez en tu bolsillo pero sin un quivo, y le dije, servime lo mismo que ese cabrón, mientras me señalaba, sosteniendo el pulso y tratando de no caer al piso, porque como ya dije, el boliche daba vueltas que daba miedo, a ochenta por hora, veía un juego de luces que bien podía ser de la comisaría, pero no, eran del Antofagasta. Acercó una mesa y me sentó a mi lado, no tan cerca que pueda sentir los fétidos eructos que salían como sinfonía en do menor, ni tan lejos que no pueda darme cuenta que había orinado ahí mismo sentado sobre mi pantalón. Lo agarré al Condori y le di dos billetes que era todo lo que tenía, recomendándole que baje el volumen de la música, que sonaba muy monótona (podía ser la sirena anunciando la llegada de los pacos, otra vez a joder la chupita) mientras tomaba uno de los puchos que estaba en el piso y empecé a quitarle sus últimos segundos de vida.

Pensaba, qué raro que justo hoy, cuando tenía más ganas de estar solo, me vine a encontrar en esta ratonera y que raro que hoy no haya llovido porque bien sabido es que en La Paz el rato menos pensado empieza a llorar el cielo y si no tienes donde caerte muerto, peor protegerte de una ducha forzada. Aquí está perejil, escuché de reojo mientras una jarrita y un vaso que de limpio no tenía nada las puso delante, pagué (impuestos incluidos) y mis bolsillos qudaron más secos que labios de perro muerto, dije salud!, en la otra mesa nadie respondió la gentileza porque a esa hora mi otro yo, yacía ebrio, la cabeza colgando y restos de vómito en la polera y dije, así son los ebrios, salud!