Ayer empecé a maquinar el crimen perfecto, uno en el que no deje más rastros que un leve silencio, ¿el objetivo? plenamente identificado y estudiado, había hecho un seguimiento minucioso, horario de entrada y salida de su domicilio, de la oficina, llevaba un registro exacto de las visitas que recibía y hacía, incluso los programas de televisión y música que escuchaba, tenía una rutina perfectamente marcada, no había lugar para equivocaciones.
La duda era la forma, el cómo debía terminar con una vida insignificante y ajena para muchos, quizás para sus más cercanos imprescindible, para mi era uno más de este mundo.
Primero analicé un cuchillo, si, uno que está en el tercer cajón izquierdo del mesón en la cocina, ése que lo ve de reojo cuando está solo, cuando la duda lo absorbe. ¿Qué haría?, ¿diez, veinte puñaladas?, no, mucho sufrimiento, no me alcanzaría la fuerza.
Están las pastillas que compré ayer, las diluiría en aquel vaso con agua que todas las noches deja en el velador y que suele tomar a las tres de la mañana, siempre a las tres.
¿Un disparo en la sien?, rápido y efectivo, pero eso provocaría un ruido monumental y los vecinos... no, es mucho ruido.
¿Una inyección?, rápida, sutil, el problema es encontrar la vena y proceder sin titubear, no, en la oscuridad de la noche se vuelve complicado, por ahí no pasa de un intento fallido, tiene que ser letal.
Aún no decido el método, lo único que sé es que debe morir, lo estoy viendo... me estoy viendo, parado frente a este espejo que no me deja respirar, pensando… debe morir... debo morir.
La duda era la forma, el cómo debía terminar con una vida insignificante y ajena para muchos, quizás para sus más cercanos imprescindible, para mi era uno más de este mundo.
Primero analicé un cuchillo, si, uno que está en el tercer cajón izquierdo del mesón en la cocina, ése que lo ve de reojo cuando está solo, cuando la duda lo absorbe. ¿Qué haría?, ¿diez, veinte puñaladas?, no, mucho sufrimiento, no me alcanzaría la fuerza.
Están las pastillas que compré ayer, las diluiría en aquel vaso con agua que todas las noches deja en el velador y que suele tomar a las tres de la mañana, siempre a las tres.
¿Un disparo en la sien?, rápido y efectivo, pero eso provocaría un ruido monumental y los vecinos... no, es mucho ruido.
¿Una inyección?, rápida, sutil, el problema es encontrar la vena y proceder sin titubear, no, en la oscuridad de la noche se vuelve complicado, por ahí no pasa de un intento fallido, tiene que ser letal.
Aún no decido el método, lo único que sé es que debe morir, lo estoy viendo... me estoy viendo, parado frente a este espejo que no me deja respirar, pensando… debe morir... debo morir.
5 comentarios:
No, no te mueras.
A quien voy a seguir leyendo tan detenidamente.
:)
Me gustan tus cuentos.
Dicen que el crimen perfecto es aquel en que se culpa a un inocente... como le haría?
:D
Hay quienes piensan que hay vidas insignificantes.
Muy buen cuento, querido Asesino, cada vez están mejores tus relatos.
Hola Gustavo, quien lo diria!!...y parecia tan perfecto! jaja
Cecy: gracias por tu comentario. En tu blog se resumen los versos más tranquilizadores que conozco.
Lilyth: A tu pregunta, el post lo dice todo... pero pronto, muy pronto habrá un crimen perfecto. Un saludo
Vania: Otra vez mil felicidades por los años en tu blog. Con el tiempo la técnica del crimen se va perfeccionando. Feliz de leer tu blog día a día.
Janeth:
Tú le has dado el lado místico, esotérico a esta página, sigo pensando como aplicar eso en la muerte. Un beso.
Atte. Asesino
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