martes, 1 de febrero de 2011

CARTA A ELLA...

Van varias cartas que envío y aún no sé de ti, parece que has decidido tomar un descanso y recluirte como lo hace Naoko en Tokio Blues de Haruki Murakami, quizás (al igual que ella) veas la vida diferente y creas que de una u otra forma necesitas ese espacio de soledad y alejarte del mundo entero, incluso de mí y sentir que todo debe volver al estado de paz que estaba hace un par de meses. A veces, de noche, empiezo a escribir contándote los miedos y dudas, los vacíos e intervalos de tiempo en que se me nubla la mente y no puedo, no puedo seguir porque veo que algo no cuadra, doy vuelta la página y siento que nada tiene sentido, nada, la rompo y empiezo otra vez describiendo con detalles cómo ha sido hoy, desde que me levanto hasta que sentado en la silla de la sala, a la luz de la lámpara de 40 wats que tiene el brazo flojo y que con un par de ligas he logrado que permanezca estable, anochece, en medio de intentos desesperados de salvar este abismo entre la mente y el lápiz, ese lugar tan oscuro, inhóspito.

A veces mis historias empiezan con ánimos renovados, diciendo que hoy ha sido un día estupendo y que nada de lo que pasa afuera importa realmente, que hoy he decidido empezar de cero y ponerme metas que esta vez sí voy a alcanzar, pero luego me detengo, me detengo pensando que te miento y me miento, que no soy quien escribe esas letras, que no soy yo quien está sentado en este departamento desordenado y poco iluminado, en medio de restos de comida, envases sucios y ropa a montones que me da vergüenza describir, entonces voy al baño, enciendo la luz y veo el reflejo en el espejo, no soy yo, veo a través de esos ojos rojos y me doy cuenta que ninguna de las palabras que están en el papel tiene sentido y a pesar que la imagen demacrada quiere creer que está vivo y que todo es cierto, hay algo muerto y ni las letras reflejadas en las paredes en ese blanco marchito que ciega podrán revivirlo.

Anoche me agarró la nostalgia y revisé en el computador tus correos, donde decías que todo saldrá bien, nada de lo que opinen los demás importa, sólo los segundos, minutos y horas que estoy a tu lado cuentan, a pesar de lo que crea, estás a mi lado, que si él te acompaña y pasa los días contigo, lo nuestro es más fuerte porque somos amigos, cuentas en unas líneas cómo nos conocimos y a pesar que nunca hemos salido a tomar un café o a pasear por las plazas de noche en viernes, estás conmigo siempre. Hoy hace frío, veo los vidrios de las casas vecinas y todos están empañados, algunos rayos de la noche se filtran por las cortinas, busco una frazada y la coloco sobre mis hombros y vuelvo a leer la carta que he dejado a medias mientras unas hormigas dan vueltas alrededor de unas migas de pan que están en la mesa.

Anoche soñé que estaba vivo y caminaba por la calle Jaen, me topé con varios seres que deambulaban por las aceras y veredas de las casas con las fachadas viejas y despintadas, pasaba delante de ellos y notaba en sus ojos el frío que esta noche mi cuerpo está sintiendo, los saludé y una mueca de tedio era todo lo que recibí, seguro buscaban la luz que no está más en nuestras vidas, ese hálito de ilusión que se les ha escapado, soñé que estaba vivo y respiraba, mis pulmones se hinchaban y trataba de retener la mayor cantidad de aire pensando que aún rondaba las habitaciones de tu casa, por un instante sentí que del norte venían nubes y algunas gotas caían, todo se tornó más frío aún, más oscuro.

Déjame decirte que cada tarde al regresar busco debajo la puerta una carta tuya, una hoja doblada que me diga que estás viva, que sigues a mi lado haciéndome compañía en medio de tanto desvarío, déjame decirte que no he olvidado la promesa que te hice cuando escribí la carta número cien hace ya un par de meses, no he olvidado que debo conocer cada semana alguien nuevo y tratar de buscar en esa compañía el fin a mi insomnio. No he podido cumplir la segunda promesa, la cual decía que al sentir la invasión de la soledad, dibujaría con palabras, historias que expíen mis miedos, en aquellas hojas que compramos en la Villa en septiembre (estaban de rebaja ¿recuerdas?), han sido historias, unas tras otras, reales o inventadas, cuando de noche no duermo enciendo el cigarro que dejo en la ventana y escribo y cuento vivencias de seres deformes, figuras vacías, una mezcla de colores opacos que de verlos provocan vómitos. He tratado de escribir el silencio sin poder reflejarlo en palabras esa dimensión de paz que me da cuando cierro los ojos y me dejo caer cansado.

Avísame si debo dejar de escribirte, dejar de fumar o dejar de conocer gente nueva.



Gustavo
19.01.11

7 comentarios:

Cecy dijo...

Sigue escribiendo.
Yo te sigo leyendo.
No es lo mismo que tu amiga, pero quizás te sirva.

Besos ASESINO.:)

Pd: el niño no se por donde anduvo, jaja pero te agradezco tu ofrecimiento. Guárdalo para cuando vaya yo... jajaja (Algún día, nunca se sabe)

Asesino De Leyendas dijo...

Cecy: Muchas gracias. Bueno, así son los nenes pues, pero claro, te espero, tú llamas nomás y preparamos la banda y el ajtapi ja!

Un beso en la nuca

CUCHITA dijo...

Yo creo que dejar de conocer gente nueva...

Janeth dijo...

Mi querido amigo, tus bellas letras, inspiradas en una gran amistad, a mi me encantaron, tus desvelos y tus angustias tan reales, tan vividas, realmente me encanto...

Vania B. dijo...

Ya he olvidado la sensación de recibir una carta en papel. Me encantaría, y más con tantas sensaciones que provocan estas cartas tuyas a ellas.

Un abrazo.

Asesino De Leyendas dijo...

Cuchita: si, en eso estoy, encerrándome más y más, haber que resulta. Gracias por pasarte

Janeth: Gracias por pasarte por aquí, a veces vamos así, entre desvelos y escribiendo, no creo que eso cambie. Un beso en la nuca

Asesino De Leyendas dijo...

Vania: capsulita, bueno, no sé que tipo de sensaciones despiertem, pero sé que en este caso a ella, ninguna, ja! ya que no me contesta, bueno, por lo menos fue la última carta... Un beso en la nuca