
En mi última visita a Santiago tuve la oportunidad de visitar alguno de los mall más grandes de la ciudad (y también los más pequeños), lo que primero llama la atención es el orden y educación que reina en todo lado, nadie realiza las clásicas preguntas de nuestras ciudades “¿qué va a llevar?”, “pregunte nomás”, “¿qué está buscando?”. Hay una presión innata, sutil, y más cuando uno lo que quiere es revisar, ver que hay de nuevo, uno ve al “gentil” empleado y pega media vuelta (como la canción de Luis Miguel). Si uno no va a llevar nada, responde como es obvio “sólo estoy viendo”, o un “nada, gracias” y se va, acá es mejor evitar el “buen humor” de los vendedores y su falta de conocimiento.
Santiago es diferente, uno entra a cualquier tienda y por el tamaño que tienen las mismas, uno busca y revisa con la libertad más amplia, sin ningún vendedor que hace preguntas inoportunas, se acercan y atienden solamente cuando uno los requiere o los llama para aclarar cualquier duda, siempre prestos, siempre atentos y con una sonrisa, preguntan de donde viene uno (ya que las diferencias fisiológicas son notorias), están estratégicamente ubicados y al menor gesto responden dudas y aclaran cualquier punto, el cliente es lo más importante, la calidad de servicio impecable.
Al entrar a un par de librerías, uno se da cuenta cuan alejados estamos de un país tan cercano como Chile. Uno puede revisar, pasarse horas leyendo u hojeando libros sin que algún hijo de vecino se acerque o lo increpe o le pregunte si va a llevar tal o cual cosa. Conocen la oferta literaria y si no la tienen, ubican rápidamente alguna librería (aunque no sea de su cadena, anotan direcciones, dibujos de cómo llegar y hasta un precio referencial) y lo despiden a uno como si hubiera adquirido una montonera de libros.
Pasé por lo general entre tres a cuatro horas diarias revisando y leyendo las contratapas y el resumen que viene impreso en ellas. Los precios son elevados, no hay lugar a dudas, pero es ese plus del servicio personalizado el que logra que uno desee volver al siguiente día. A diferencia de nuestras librerías piratas o las legalmente establecidas, allá son verdaderos monstruos en cuanto a tamaño y variedad. Uno encuentra lo que busca. Salí con unos cuantos libros de escritores chilenos, de la nueva ola, ganadores de premios locales.
Me topé con tres libros de escritores nacionales: Edmundo Paz Soldán, Jaime Sáenz y Víctor Hugo Viscarra. Nada mal. Nada del otro mundo, es lo más exportable que tenemos (claro, hay muchos más autores que merecen ubicar sus escritos en las estanterías latinoamericanas pero que le vamos a hacer).
En un próximo post, escribiré sobre algo similar, pero en Brasil, la cosa cambia, no mucho, pero cambia.
EXTRAS:
* Terminó el 3er taller de escritura de Giovanna en la UPSA y a diferencia de que hay quienes creen que no sirve para nada, estoy seguro que la experiencia es positiva.
* Aparte de los efectos especiales, la película 2012 no ofrece contenido y aparte de un final ñoño nada bueno se rescata.
¿Y si dejáramos por un momento de parecernos más a los demás y nos centramos en ser como somos?, digo.
Una muestra de mi último cuento… vaya a saber uno en que termina:
“¿Hacer qué?
Matar el domingo
¿Cuál domingo?
El día domingo, parece difícil, pero ya tengo una idea en mente
¿Quieres matar un día de la semana?
Así es
Eso no lo puedes hacer, nadie puede matar un día, estás loco
Eso pensé al principio, pero si lo analizas cuidadosamente, nada es imposible en esta vida, ¿por qué tendría que ser algo difícil de realizar?
Las manos apoyadas en la mesa, los dedos jugando con un bolígrafo sobre una hoja de papel arrugada, parece haber sido revisada mil veces, algunas manchas de café, quizás dedos sucios, tiene buen tiempo ideando esta locura, comenta para sí Francis, la hoja tiene palabras mezcladas con gráficos y dibujos en desorden, unas flechas se entrelazan, algunas horas y fechas en las esquinas, en el reverso, numeradas se encuentran un par de ideas de cómo acabar con algo que lo ha pensado hasta el hastío.
¿Estás seguro de lo que estás hablando?
Como que me llamo J. K. Estrada
Estás loco. ¿Por qué quieres matar un día de la semana?
Alguna vez escuché que los hombres matamos dos cosas, lo que nos produce miedo o aquello que es diferente, dicen que los mediocres actúan así, quizás yo lo sea, pero es que el miedo que le tengo a los domingos debe terminar, es él o yo, son ellos o yo y anoche decidí entre un par de copas, son ellos…”
Santiago es diferente, uno entra a cualquier tienda y por el tamaño que tienen las mismas, uno busca y revisa con la libertad más amplia, sin ningún vendedor que hace preguntas inoportunas, se acercan y atienden solamente cuando uno los requiere o los llama para aclarar cualquier duda, siempre prestos, siempre atentos y con una sonrisa, preguntan de donde viene uno (ya que las diferencias fisiológicas son notorias), están estratégicamente ubicados y al menor gesto responden dudas y aclaran cualquier punto, el cliente es lo más importante, la calidad de servicio impecable.
Al entrar a un par de librerías, uno se da cuenta cuan alejados estamos de un país tan cercano como Chile. Uno puede revisar, pasarse horas leyendo u hojeando libros sin que algún hijo de vecino se acerque o lo increpe o le pregunte si va a llevar tal o cual cosa. Conocen la oferta literaria y si no la tienen, ubican rápidamente alguna librería (aunque no sea de su cadena, anotan direcciones, dibujos de cómo llegar y hasta un precio referencial) y lo despiden a uno como si hubiera adquirido una montonera de libros.
Pasé por lo general entre tres a cuatro horas diarias revisando y leyendo las contratapas y el resumen que viene impreso en ellas. Los precios son elevados, no hay lugar a dudas, pero es ese plus del servicio personalizado el que logra que uno desee volver al siguiente día. A diferencia de nuestras librerías piratas o las legalmente establecidas, allá son verdaderos monstruos en cuanto a tamaño y variedad. Uno encuentra lo que busca. Salí con unos cuantos libros de escritores chilenos, de la nueva ola, ganadores de premios locales.
Me topé con tres libros de escritores nacionales: Edmundo Paz Soldán, Jaime Sáenz y Víctor Hugo Viscarra. Nada mal. Nada del otro mundo, es lo más exportable que tenemos (claro, hay muchos más autores que merecen ubicar sus escritos en las estanterías latinoamericanas pero que le vamos a hacer).
En un próximo post, escribiré sobre algo similar, pero en Brasil, la cosa cambia, no mucho, pero cambia.
EXTRAS:
* Terminó el 3er taller de escritura de Giovanna en la UPSA y a diferencia de que hay quienes creen que no sirve para nada, estoy seguro que la experiencia es positiva.
* Aparte de los efectos especiales, la película 2012 no ofrece contenido y aparte de un final ñoño nada bueno se rescata.
¿Y si dejáramos por un momento de parecernos más a los demás y nos centramos en ser como somos?, digo.
Una muestra de mi último cuento… vaya a saber uno en que termina:
“¿Hacer qué?
Matar el domingo
¿Cuál domingo?
El día domingo, parece difícil, pero ya tengo una idea en mente
¿Quieres matar un día de la semana?
Así es
Eso no lo puedes hacer, nadie puede matar un día, estás loco
Eso pensé al principio, pero si lo analizas cuidadosamente, nada es imposible en esta vida, ¿por qué tendría que ser algo difícil de realizar?
Las manos apoyadas en la mesa, los dedos jugando con un bolígrafo sobre una hoja de papel arrugada, parece haber sido revisada mil veces, algunas manchas de café, quizás dedos sucios, tiene buen tiempo ideando esta locura, comenta para sí Francis, la hoja tiene palabras mezcladas con gráficos y dibujos en desorden, unas flechas se entrelazan, algunas horas y fechas en las esquinas, en el reverso, numeradas se encuentran un par de ideas de cómo acabar con algo que lo ha pensado hasta el hastío.
¿Estás seguro de lo que estás hablando?
Como que me llamo J. K. Estrada
Estás loco. ¿Por qué quieres matar un día de la semana?
Alguna vez escuché que los hombres matamos dos cosas, lo que nos produce miedo o aquello que es diferente, dicen que los mediocres actúan así, quizás yo lo sea, pero es que el miedo que le tengo a los domingos debe terminar, es él o yo, son ellos o yo y anoche decidí entre un par de copas, son ellos…”