Es al gato Félix, el flaco más desgarbado que he conocido y sabe Dios en que esquina ha de dar sus últimos suspiros, a quien debo agradecer las salidas más peligrosas y artilleras que he dado en estos años. Bajito, ojos pequeños y lentes culo de botella, completaban un terno plomo que gritaba su retiro definitivo, cabello en desorden y siempre en su aliento el aroma del último tirillo tomado, lo hacían uno de los amigos incondicionales de farra, dispuestos a rondar las cantinas en cualquier punto de la ciudad.
Vaya a saber cuantas noches nos perdimos buscando el trago más fuerte y la mujer más osada. Por entonces estaba sin empleo, como casi siempre, solo y con algo de dinero en los bolsillos por lo que fue ese septiembre del noventa y siete cuando empezamos ese trote que hubo de durar un par de años y que aun guardo en la memoria leves pasajes entrecortados, dícese por efecto de alcohol o por simplemente calidad de borracho descosido.
Nos veíamos siempre en el mismo lugar, Tumusla y Buenos Aires, y empezaba el recorrido primero con una hamburguesa y un refresco y terminaba con alcohol y un poco de agua.
Llegó el momento en que habíamos formado un grupo de hasta seis personas cual hermanos del alcohol recorríamos bares, cantinas, posadas o simplemente nos uníamos en callejones donde la luna, estrellas y Diógenes, uno de tantos perros callejeros, eran testigos de brutales competencias para determinar quien era el más k’olo.
Siempre el Gato caía primero y por tanto todos “pelábamos” hasta el último quinto que llevaba, eso si, siempre respetamos los zapatos y el saquito, tampoco había porque desnudarlo al desgraciado. Con lo recaudado continuábamos hasta tres días seguidos, pobre Gato ni cuenta se daba del faltante y hasta la fecha reclamo alguno nos ha hecho.
Con el tiempo su salud empezó a decaer y su mujer a controlarlo, mejor dicho darle palizas que lo dejaban incapacitado por semanas, lo cual no era motivo para darle unas escapadas con la excusa de visitar la posta sanitaria y hacer el cambio de vendas, por unos cuantos tragos infames en la primera cantina que encontrábamos.
Vaya un saludo a quien propició mis farras otoñales y le dio a mi hígado razón de ser.
Vaya a saber cuantas noches nos perdimos buscando el trago más fuerte y la mujer más osada. Por entonces estaba sin empleo, como casi siempre, solo y con algo de dinero en los bolsillos por lo que fue ese septiembre del noventa y siete cuando empezamos ese trote que hubo de durar un par de años y que aun guardo en la memoria leves pasajes entrecortados, dícese por efecto de alcohol o por simplemente calidad de borracho descosido.
Nos veíamos siempre en el mismo lugar, Tumusla y Buenos Aires, y empezaba el recorrido primero con una hamburguesa y un refresco y terminaba con alcohol y un poco de agua.
Llegó el momento en que habíamos formado un grupo de hasta seis personas cual hermanos del alcohol recorríamos bares, cantinas, posadas o simplemente nos uníamos en callejones donde la luna, estrellas y Diógenes, uno de tantos perros callejeros, eran testigos de brutales competencias para determinar quien era el más k’olo.
Siempre el Gato caía primero y por tanto todos “pelábamos” hasta el último quinto que llevaba, eso si, siempre respetamos los zapatos y el saquito, tampoco había porque desnudarlo al desgraciado. Con lo recaudado continuábamos hasta tres días seguidos, pobre Gato ni cuenta se daba del faltante y hasta la fecha reclamo alguno nos ha hecho.
Con el tiempo su salud empezó a decaer y su mujer a controlarlo, mejor dicho darle palizas que lo dejaban incapacitado por semanas, lo cual no era motivo para darle unas escapadas con la excusa de visitar la posta sanitaria y hacer el cambio de vendas, por unos cuantos tragos infames en la primera cantina que encontrábamos.
Vaya un saludo a quien propició mis farras otoñales y le dio a mi hígado razón de ser.
3 comentarios:
Feliz CUmpleaños Asesino
Un cuento con el sello del Viscarrita.
Un saludo desde Chuquiago.
Anónimo (Brujita):
Gracias...
Vania B.:
Gracias, manejas un blog interesante, saludos desde... lejitos, pero cerquita
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