miércoles, 17 de marzo de 2010

LIBERTAD



Hace unas semanas, un amigo cercano, me llamó a su oficina a tomar un café y hablar un tanto de política, un tanto de economía pero más que todo de la vida personal y el cómo a pesar del tiempo no habíamos perdido contacto. Era una noche calurosa, como las que estamos teniendo estos días, treinta, quizás treinta y un grados. Su estudio está decorado con un montón de libros (originales por supuesto) meticulosamente dispuestos, no por orden alfabético ni por tamaño sino por fecha de adquisición y lectura.

Hablamos de aquellos autores que nos fascinan, los que odiamos y los que pasan indiferentes, hablamos de su esposa, de mis deslices (un poco más evidentes estos días), de sus hijos y del mío, de lo ágil que se ha puesto la vida cuando superamos cierta edad, de nuestros éxitos y fracasos, de los viajes y la salud que poco a poco se va resquebrajando, casi imperceptible, en forma silenciosa. No debió pasar las once de la noche cuando se dirigió a un escritorio pequeño al fondo del salón y abriéndolo extrajo un cuadernillo con apuntes a mano, “léelo acá, no te tomará más de tres horas, quiero tu opinión, te lo entregaría para que leas con calma pero prefiero que sea acá ya que mañana me desnudo ante todos”. Mientras empecé a leer en silencio, él se acomodó en una de las esquinas, cogió un libro y estuvo revisando con calma absoluta, solo una copa de whisky y un habano lo acompañaban.

Siempre supe que era gay, nunca fue un problema ni influyó nuestra amistad, no tenía porque hacerlo. Ese escrito, podría decirse autobiográfico, era parecido a una novela, cargado de dolor, de angustia contenida, las palabras reflejaban una total incomprensión no sólo a nivel familiar sino también de los amigos, la exclusión de la que fue parte durante el descubrimiento de su sexualidad, la amenaza paterna, el llanto materno, el apoyo de su única hermana, la vida en colegio, universidad, su matrimonio disfrazado, sus dos hijos, aún pequeños, la oficina y sus monotonías. Resaltaba a medio texto, las relaciones con otros hombres, sus “viajes de negocios” con sus compañeros sentimentales, el detalle explícito de las relaciones sexuales, los miedos iniciales y la entrega total en los años posteriores, describía sus primeras emociones, llegaba a un tono que no alcanzaba la vulgaridad, pero bastante explícito en cuanto a la descripción.

Eran las tres menos cuarto de la madrugada cuando terminé de leer la última página. “Deberías publicarlo”, dije. Un silencio de segundos fue roto con un “no es para publicar, es una expiación de todo y hacia todos, incluido yo mismo, una expiación de mi yo interno”.

El primer libro que leí sobre relaciones bisexuales fue “Los amigos que perdí” de Jaime Bayly y debo reconocer que fue un tanto fuerte para lo que estaba acostumbrado a leer, algo que no concebía, pero que luego, con el pasar de los años, conociendo gente y haciéndome amigo y por cosas de la vida, llegar a cuestionamientos propios, descubriendo así otra faceta de la vida, de mi vida. Muchos de los pasajes relatados en esas páginas fueron adoptados en silencio por mi persona, los miedos, las dudas, los cambios que significarían, todo en silencio, todo en hipótesis, absolutamente todo en el anonimato.

Fue una despedida, un adiós de su vida, un silencio sepulcral llenó la sala el día siguiente, estaba entre los elegidos para ese strip tease del alma, la despedida de su esposa, de sus hijas, de la familia y los amigos, de esa casa que adoraba y odiaba a la vez, de las cenizas de su madre que yacían en una de las habitaciones del fondo, se despedía simbólicamente el ciudadano modelo estos años, de todos, no le importaba el qué dirán, cumpliría con Ángela, con sus nenas, con su trabajo, el ser padre y amigo, con todo. Nadie levantó la voz, nadie reclamó, nadie acusó, lo abrazó, lo abrazaron como debe ser, sin melodramas, sin nada que nos lleve a un lugar que no deben llevarnos por cosas así.

Hoy que ha pasado unos días, sentado frente a este cúmulo de letras, me cuesta creer que las cosas han cambiado, aún hablamos cada cierto tiempo, aún reímos con nuestros deslices, nos fumamos unos cigarros en algún café del centro, tomamos un café cortado y a veces un whisky si el tiempo está frío, seguimos hablando de fútbol y política, continuamos leyendo los mismos libros, comentando las mismas noticias… y es que para nosotros, las cosas no han cambiado.

12 comentarios:

CUCHITA dijo...

Guau de "bolas" tu amigo y bien por su familia

Janeth dijo...

Hola Gustavo, si, es una gran historia de libertad, asi lo veo yo, cuando dejas ver al mundo quien eres de verdad, tu autenticidad, el ser que eres por dentro y por fuera, no importando el que diran ni demas cosas, que a la larga son solo cosas aprendidas que es necesario desaprender,..felicito a tu amigo que lindo que mantengas esa amistad que al parecer es verdadera y muy rica en enseñanzas y cosas para compartir...

Besitos en la frente amigo querido que tengas un lindo dia
Janeth

Cecy dijo...

Es que asi es la amistad, cuando todo no cambia mientras vamos cambiando y compartiendo.

Un beso enorme AmigoASESINO:

Vania B. dijo...

Libertad y valentía total. Como dice un graffiti de las Mujeres Creando "hay que ser macho para ser maricón". Ya sé que esos términos no son los mejores, pero para liberarse de la máscara y salir del closet se necesita mucho valor.

Un abrazo.

sandocan en bicicleta dijo...

todos son la misma persona?
cada uno ve la realidad del color que la quiera ver, pero asi se corre el riesgo de perder objetividad, de aferrarse tanto a una realidad de la que luego es muy dificil escapar.

Asesino De Leyendas dijo...

Cuchita: si, hay q tener huevos pa hacer lo que él hizo. Un saludo

Janeth: Gracias, es buen chango este cuate. Un beso en la nuca

Asesino De Leyendas dijo...

Cecy: gracias por el comentario amiguita. Un beso en la nuca.

Vania: Se necesita más que valor, pienso, pero así es. Un beso en la nuca amiguita

Asesino De Leyendas dijo...

Sandocan: es dificil escapar de realidades, pero creo q es más difícil permanecer en ellas cuando hay algo que no está bien.

Un abrazo, gracias por la visita al blog, estuve revisando el tuyo, ya comentaré próximamente.

Ya No Soy Ella dijo...

Cuando uno tiene un estilo de vida metido hasta el tuétano, duele al dejarlo. La vida que conocemos duele dejarla, pero a la vez se siente un alivio y poder caminar de nuevo, como la primera vez. No me imagino lo que sentiría tú amigo al decirle adios a su vida para empezar de cero... saludos, gracias x pasearte por mi blog, yo soy fan de los blogs que exponen el sentir de cada quién. Abrazos desde México.

Freeze dijo...

Lei tu post desde el celular, pero no pude comentarlo. Imagino que cada persona tiene su forma de "salir del closet". Tu amigo logro desahogarse, ocultar tu naturaleza es complicado.

Comenzar a unir las dos realidades de su vida es trabajoso pero no imposible, llegado el momento tener un balance es vital.

sandocan en bicicleta dijo...

hoy relei tu escrito, y le encontre un significado diferente. a veces uno tiene el pecho tan inflado por contener la respiracion tanto tiempo que teme darse el respiro. pero no hay despedida, sino reconociento a uno mismo. la pucha que a veces cuesta!
calidos saludos.

Asesino De Leyendas dijo...

Sandocan: no hay despedidas, hay vivencias, nada es tan fuerte que nos haga permanecer en ello ni tan débil que logre fugarnos ya. Cuesta, lo que cuesta, vale.

Un saludo